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Juan R. Gil

ANÁLISIS

Juan R. Gil

Un bufón en la Corte

Si la reunificación del centro-derecha que pregonan Casado y García Egea consiste en la incorporación de personajes como Toni Cantó o Emilio Argüeso, apañado va el PP

Un político volátil. Puig y Cantó, en una reunión en el Palau hace unas semanas. Foto de Europa Press

En las pasadas elecciones autonómicas, INFORMACIÓN organizó un ciclo de encuentros de los candidatos a la Presidencia de la Generalitat con la sociedad alicantina. La única condición que les pusimos es que en sus exposiciones abandonaran el tono mitinero habitual en las campañas y se centraran en exponer su proyecto para la Comunidad. Las intervenciones de Ximo Puig, Isabel Bonig, Mónica Oltra e incluso del entonces recién «estrenado» Dalmau, rayaron a gran altura: argumentaron de forma brillante y sustituyeron la descalificación por el razonamiento. Todos menos uno. Toni Cantó, candidato de Ciudadanos, tomó a la audiencia por idiota desde el momento mismo en que subió a la tribuna. En una hora de parlamento, no fue capaz de dejar ni una sola idea, pero desplegó un completo repertorio de juegos de palabras infantiles, aunque a él debieron parecerle ocurrentes, y demostró un absoluto desconocimiento de la comunidad por la que se presentaba: ni su geografía, ni sus presupuestos, ni su composición social, ni su problemática específica... Nada. El sentimiento de vergüenza ajena fue generalizado al concluir. Pero fue mayor entre los miembros de Ciudadanos asistentes al acto que, repartidos entre las mesas, intentaban como podían justificar a su candidato al mismo tiempo que se cruzaban mensajes de WhatsApp admitiendo su bochorno. Los tengo guardados.

La imagen que Cantó ofreció aquel día ha sido la norma durante la media legislatura que ha permanecido en las Cortes Valencianas. No diré que no haya tenido alguna buena actuación: ya saben lo que reza el dicho, que hasta un reloj estropeado acierta la hora dos veces al día. Pero su paso por el Parlamento autonómico como líder de la tercera fuerza en votos y escaños ha sido tan ridículo y estéril como lo fue aquella primera presentación en Alicante. Una bufonada.

Cantó es el ejemplo de lo peor de la política actual: la falta de valores, de principios, de un proyecto de servicio a los ciudadanos y de respeto por ellos. Al contrario, se burla de todos en su cara. No recuerdo el caso de ningún político que haya sido parlamentario de dos comunidades distintas saltando de la una a la otra en medio de un mandato y haciendo mofa de quienes cometieron el error de votarle. En noviembre, Cantó negociaba con el gobierno «socialcomunista» de la Comunidad Valenciana los presupuestos con tal de salir en la foto. En enero, llamaba corruptos a los cargos públicos del PP que se habían colado para ponerse la vacuna. En marzo, anunció su dimisión como miembro de la ejecutiva de Cs, renunció a su escaño en las Cortes y dijo que dejaba la política para volver a su trabajo como actor, como si alguna vez hubiera dejado de serlo. Una semana después ya se sabía que llevaba algún tiempo negociando con el PP su pase a este partido y su inclusión en la lista de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones de Madrid. Y antes de concluir la segunda semana desde su fuga de Valencia ya estaba colocado en el quinto puesto de esa lista. Como su personaje en la serie, Cantó tiene siete vidas. Pero en ninguna de ellas parece que tenga vergüenza.

Comentaba ayer un periodista con razón que el problema es que un personaje como Cantó, que es en política lo mismo que un decorado en teatro: una fachada tras la que no hay nada, haya recibido tanta atención de los medios y de la sociedad. Pero es que es el paradigma de todos los males que nos asolan en estos momentos donde muchos van al paro mientras otros se colocan con una habilidad pasmosa para seguir cobrando sin trabajar. Toda descomposición produce residuos y la de Ciudadanos no iba a ser menos. Cantó es uno de ellos, como el senador alicantino Emilio Argüeso es otro. Le escuché a principios de esta semana contestarle a Carlos Arcaya en una entrevista en Radio Alicante que él nunca se iba a ir al grupo mixto, dejando Ciudadanos pero llevándose el acta, porque él tiene su vida resuelta. Que si Cs concluía el expediente que le abrió por conspirar contra el partido expulsándole del mismo, él renunciaría al escaño. Efectivamente, dos días después se fue al grupo de no adscritos del Senado, llevándose con él la poltrona. Una vez más, Argüeso no estaba engañando a Arcaya. Estaba mintiendo a los alicantinos, con el desparpajo propio de quien sabe que, gracias a las listas cerradas y emboscado en las de una gran organización, su falta de decoro no puede ser penalizada por los electores. Ande yo caliente...

Si la reunificación del centro-derecha que van proclamando por ahí Pablo Casado y Teodoro García Egea, muñidor de todas estas operaciones, consiste en la incorporación de individuos como Argüeso o Cantó, desplazando a militantes que se han mantenido firmes en el PP durante una travesía del desierto que está lejos de acabar, apañado va el primer partido de la oposición. Isabel Díaz Ayuso, que es mucho más capaz de lo que habitualmente nos la quieren presentar, lo ha tenido claro, y sólo ha aceptado que Cantó se sumara a su lista (nada menos que en el quinto puesto, aunque el actor que se hizo famoso por recibir las collejas de Amparo Baró reclamaba el cuarto) por imposición de una cúpula del partido con la que no es momento aún de desatar la madre de todas las batallas. Pero no lo quería y, si obtiene un buen resultado, es seguro que tratará de arrinconarlo. Al fin y al cabo, Cantó es el gafe que lleva ya tres partidos liquidados y no le importaría quemar un cuarto siempre que tuviera otro barco al que saltar. Y encima, no le aporta nada a la lideresa madrileña. Cantó puede ser un histrión muy mediático, pero el poder lo tiene Ayuso y eso la situará siempre varios planos de cámara por delante de él.

Como no hay mal que por bien no venga, el que habrá respirado a buen seguro con el escape room que ha protagonizado Cantó es Carlos Mazón, que no podía estar más harto del funambulismo que el ex de Ciudadanos practicaba y del cinismo con el que, en privado, lo justificaba. Mazón ha recibido dos buenas noticias esta semana: la de Cantó y la de la salida del presidente provincial del PP de Castellón, Miguel Barrachina, cercano a Isabel Bonig, y su sustitución por otra Barrachina, aunque la coincidencia de apellidos no tenga nada que ver con vinculaciones familiares: Marta Barrachina, alcaldesa de Vall d’Alba. Ha sido un cambio, que se sustanciará a principios de verano, impuesto por la dirección nacional. Y es un cambio que favorece los planes de Casado y García Egea de promover al presidente de la Diputación de Alicante como presidente regional del PP y candidato a la jefatura del Consell, apartando de ambos títulos a Bonig. Las piezas sobre el tablero de ajedrez siguen moviéndose como se describió aquí hace más de un año: aunando primero los votos de Alicante y Castellón para que València caiga por su propio peso. Así llegó al poder Zaplana. Así, paso a paso, se está haciendo de nuevo ahora. Miguel Barrachina, sin embargo, deja la presidencia provincial del PP pero tendrá una importante recompensa si se cumplen los planes trazados por Génova, cuando se produzca el cambio de Bonig por Mazón en la jefatura del partido.

El PP, convencido como está su dirección de que Sánchez va a adelantar las elecciones generales y de que Ximo Puig hará lo mismo para que coincidan el mismo día, pisará a partir de ahora el acelerador hacia ese congreso regional donde se produzca la entronización de Mazón y la salida de Bonig. Y la lógica política conduce, como se señaló aquí la pasada semana, a pensar que, efectivamente, si Sánchez convoca elecciones anticipadas, Puig tendrá que hacer lo mismo. Su propio equipo de confianza apuesta por eso. Sin embargo, el jefe del Consell no lo tiene tan claro. Quiere ser coherente con el discurso que ha venido manteniendo desde que estalló la pandemia, el de que estos no son momentos ni para mociones de censura ni para adelantos electorales, sino que son tiempos para centrarse en las políticas contra la crisis sanitaria, económica y social sin distracciones y dotando de la mayor estabilidad posible a las instituciones. Por otra parte, dejar correr el tiempo pondría en una situación compleja a los populares, que pasarían por el calvario que ya vivieron varias veces los socialistas de tener un líder que no está en las Cortes y, por tanto, no puede medirse en el Parlamento con el president de la Generalitat. Como presidente de la Diputación de Alicante, Mazón tiene un potente altavoz para hacerse oír en toda la Comunidad. Pero el que proporciona la presidencia de la Generalitat tiene muchos más decibelios, como se ha visto esta semana cuando Puig ha recriminado al dirigente popular su falta de agilidad para pagar las ayudas aprobadas para los sectores más afectados por la pandemia y Mazón ha podido comprobar que aún no tiene equipo para contestar, hasta el punto de tener que sacar del congelador a la senadora Adela Pedrosa sin tiempo para informarle de que estamos en el siglo XXI. Mazón tendrá que trabajar más y organizar mejores equipos, políticos y de gestión, si quiere tener posibilidades de salir bien librado de la intensa etapa que viene, porque a partir de ahora impera el grito del viejo Groucho: es la guerra, traed madera.

Dos exministras por el acuerdo

La presidenta de la Fundación de la patronal CEOE, Fátima Báñez, ministra de Trabajo con el PP, fue la ponente invitada este mes al Foro Alicante, que organiza INFORMACIÓN con la colaboración de la Universidad de Alicante, la CEV, Baleària y Bankia, ahora ya Caixabank. La semana anterior, en otro de los ciclos que ofrece este periódico a todos los alicantinos para fomentar la reflexión y el conocimiento en estos tiempos convulsos, el 4 Estaciones, que cuenta con la colaboración del Banco Sabadell, otra exministra, Cristina Garmendia, presidenta de la Fundación COTEC y que fue titular de la cartera de Ciencia e Innovación con el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, participó en un interesantísimo diálogo sobre el futuro con el exrector Andrés Pedreño, Pese a su vinculación a partidos rivales, ambas enviaron un mismo mensaje: ante los formidables desafíos que tenemos que afrontar, no hay otra actitud sensata que la de llegar a acuerdos políticos de largo recorrido entre las dos principales fuerzas. Y colaborar todos en pos de un mismo objetivo: superar la crisis sin dejar a nadie atrás. Es impresionante constatar la claridad con que dos mujeres brillantes, que han estado en orillas políticas distintas y han tenido grandes responsabilidades de Gobierno, apuestan por una gran concertación mientras quienes hoy lideran los partidos por los que en su día ambas llegaron al Ejecutivo son incapaces de sacar adelante ni el más mínimo consenso. Ambas apelaron a la sociedad, que es la que debe presionar en ese sentido. Cuanto antes, mejor.

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