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Rafael Simón Gil

Pequeños gestos

Sánchez evita tomar partido en el conflicto entre el Congreso y el Supremo

Cuando hace unos años nuestro líder de “sanchistas sin fronteras” fue humillado, hostigado, zaherido, abandonado y desterrado del calor que procura la abrigada casa del PSOE, Pedro Sánchez -hoy @sanchezcastejon- desmontó la trastienda donde se cocinaban los votos in fraganti, tragó saliva, apretó los dientes, fugó la mirada, calculó la venganza, fuese y ¿no hubo nada? Nada creían que iba a pasar aquellos ingenuos socialistas que, eufóricos con el mediático linchamiento, se proclamaron vencedores de una cruenta batalla que no había hecho más que empezar. “La única autoridad del PSOE soy yo”, reivindicaba henchida de mayestático poder la andaluza Verónica Pérez, transmutada ante los medios a reina sol socialista y hoy aferrándose a cargos menores porque hay que seguir viviendo. Mientras, en la otra trastienda de aquél bochornoso espectáculo transmitido en directo, 17 miembros y miembras de la ejecutiva dimitían de sus cargos con el fin de forzar la salida de Pedro Sánchez de la Secretaría General. El golpe de estado socialista contra el socialismo de estado -con el visto bueno del jarrón chino Felipe González- estaba en marcha. Pero el ausente volvió; recuperó la saliva tragada, tensó más los dientes, concentró la mirada, apeló a las bases, calculó la venganza y ahí lo tenemos, contemplando como un emperador la sumisión de sus huestes. Hasta el jarrón chino debió sentir en su porcelana el frío del olvido y ha preferido ser un ególatra ornamento floral para adornar las virtudes del señorito, en vez de un estadista al que solo le resta escribir sus memorias con cierta dignidad (debería dedicarle un capítulo al GAL).

Resumir el último Congreso del PSOE en Valencia como un cónclave a la búlgara es una vulgaridad que ustedes dos no merecen, máxime teniendo en cuenta los duelos y quebrantos de quienes han sido quebrantados sin contemplaciones por el Gran Timonel, como la patética Carmen Calvo, o quien ha sido apartado inmisericorde de la pompa y circunstancia que procura la cercanía con el amo, como el excomunista Ábalos, quien lame ahora sus heridas en lenguaraz silencio contenido con la misma incontinencia con la que estigmatizaba a los contestatarios de su entonces señorito Sánchez. Por no hablar del gurú Iván Redondo, hace días gran oráculo de @sanchezcastejon al que todos y todas los socialistas calificaban de genio, de socialista de verdad, de amigo íntimo. Hoy marchita su egocentrismo en la hoguera de unas vanidades solo superadas por el megalómano de La Moncloa.

Son esos pequeños gestos escenificados en Valencia los que dan tranquilidad a una familia que estaba rota, desunida, desnortada desde que se perpetró aquel televisivo golpe de estado socialista contra el sanchista del socialismo. Los que entonces se pusieron al lado del ángel caído, sus defensores incondicionales, purgan su inquebrantable adhesión de ayer preguntándose, entre congojas carmelitas, Carmen, qué hicieron bien entonces o qué han hecho mal ahora. Porque ni entonces merecían -por sus escasos méritos- los nombramientos con los que fueron premiados ni ahora merecen el destierro infame al que les ha enviado el hierático y glacial Sánchez. Los discípulos del maestro son arrojados al fuego eterno y los enemigos declarados del mesías ven cómo se abre para ellos el nuevo camino a la redención (que será a la perdición, nuevamente, en cuanto al amo le convenga).

Esos mismos pequeños gestos son los que nos dan tranquilidad, sobre todo por la noche. Así lo expresaba la concejala de Unidas Podemos (partido que gobierna con Sánchez) en el Ayuntamiento de Alicante, Vanessa Romero al publicar en Twitter que "Al chico que me iba caminando (sic) detrás de mí la otra noche y, al notar que su presencia me puso nerviosa, cruzó la calle y continuó caminando por la acera de enfrente, quería decirte algo: gracias"; "ojalá más hombres conscientes que, con estos pequeños gestos, nos dan tranquilidad". Hermana Vanessa, yo sí te creo; de ahora en adelante muchas mujeres como tú, empoderadas de sororidad de género, cuando perciban que un hombre les va caminando por detrás, se revolverán fulminantes imprecando al machista que todos los hombres llevan dentro a cambiar de acera (de la calle, por supuesto), para darles un poco de tranquilidad. Los hombres están advertidos. Contra lo que reza el himno del Liverpool, “You´ll never walk alone”, se deberá cantar, sobrecogida Vanessa, “You will always walk alone”. Al carril bus, al de patinetes y al de basuras, habrá que añadir un carril para que los hombres machistas, que son todos, caminen por él obligatoriamente y no sobresalten a ninguna mujer. Se trata de la misma Vanessa que se quejó de la temperatura del aire acondicionado del Ayuntamiento calificándolo de “micromachismo”. Vanessa, con tu permiso, y caminando por delante, se lo voy a contar a Vanessa Redgrave antes de que se estrangule con el soviético chal rojo de Isadora Duncan.

Es el mismo pequeño gesto que el cínico Arnaldo Otegui ha tenido a bien comunicar a la sociedad. No pide perdón por los cerca de 1.000 asesinatos de la banda criminal ETA; no colabora con la justicia sobre los 315 atentados que siguen sin esclarecer; no existe el más mínimo gesto de empatía y dolor para con las víctimas. Todo forma parte del mismo guion: “Tenemos a 200 presos en la cárcel y si para sacarlos hay que votar los Presupuestos, pues los votamos”, declaró Otegui sin ningún rubor como dardo envenenado dirigido al PSOE. Son esos pequeños gestos; es ese intenso dolor que no cura, esa herida que no cicatriza, ese escarnio continuo, esa humillación en soledad. Los verdugos sentados junto a sus víctimas en la mesa de la obscena equidistancia de lo inevitable, de los daños colaterales, de las nueces del árbol manchado de sangre inocente, incluida la de niños. Es esa criminal memoria histórica de ayer que quieren que olvidemos hoy para anclarnos hace 80 años. A más ver.

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