Resistimos, insiste Antonio García Ferreras al final de Al rojo vivo, cada vez que va a dar paso a Helena Resano para que presente las noticias. Una frontera que cada vez se había hecho más difusa, por una parte, por la mixtura de contenidos entre ambos programas, y por otra, por el considerable retraso con que se iniciaba el informativo. Tengamos en cuenta que se anunciaba a las dos de la tarde y en estos momentos entra oficialmente a las dos y media. Ferreras, como la lava del volcán, se ha tragado literalmente media hora de televisión a la hora de máxima audiencia.
Por todos estos motivos, está muy bien que los directivos de La Sexta hayan decidido cambiar la imagen corporativa de sus informativos. Era justo y necesario. Los espectadores teníamos el derecho de saber en qué terreno nos encontrábamos. Si todavía en las postrimerías de Al rojo vivo, o de lleno en los territorios del desarrollo de las noticias presentadas por Helena Resano.
Detrás de todo esto está el batiburrillo generado por el espectáculo de la información. Prolongado a su vez por las mixturas entre dicha información y la opinión de los tertulianos. Agítense bien todos esos ingredientes y el resultante será La Sexta, la cadena de la televisión en directo, de la actualidad en tiempo real, con dos bloques de programas, los de humor y el resto. Por un lado, Aruser@s, Zapeando y El intermedio; por otro Al rojo vivo, Más vale tarde y La Sexta columna. En entregas semanales, El objetivo, Lo de Évole, Salvados (sólo 10) y La Roca. Gustarán más o menos. Pero al menos tienen una línea editorial y una coherencia. La que le falta por completo a TVE.