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Francisco Javier Amérigo Moreno

Sobre realidades y creencias

Un joven coruñés consulta su ‘smartphone’. / VÍCTOR ECHAVE

Mi apuesta hacia una educación en la que enseñemos a pensar es férrea. No solo apreciar contenidos y materias. Y hoy en día, más que nunca. Diferir entre 'opinión' y 'constatación' suele no tenerse en cuenta en esta época en la que cualquier cosa se tacha de 'relativa' y, por el mero hecho de salir de la boca de un sujeto, ha de hacerse acreedora de 'respeto' por considerarla 'su verdad'. 

Nada más lejos.

Los hechos, las cosas, en su realidad, son constatables, no opinables. Son o no son. El juicio subjetivo que tales hechos o cosas nos merezcan es lo que constituye una 'opinión'.

Cerrar los ojos y negar hechos y realidades objetivas para defender una idea, una creencia o una determinada concepción del mundo no constituirá nunca una opinión, y aún menos será respetable, porque todo razonamiento que parta de aquí se fundamenta en una falsedad objetiva. Y si no es verdad en su premisa básica de partida, todo lo demás carece de sentido.

Reflexionen y 'constaten' la cantidad de 'opiniones' cargadas de 'falsedad' que circulan y, ya de entrada, no se merecen ningún respeto.

Pero es que hay realidades científicas (que ya ni estas son -admiten visiones, por muy factuales que sean. La cultura de una sociedad está en buena medida en el criterio para fijar sus líneas rojas —que siempre deberían estar alejadas para no morir de asfixia—, pero no es recomendable considerar que todo lo que es, es como es y punto, o estaremos en 'dogmalandia', la tierra en la que el que manda dice qué es y cómo es la realidad, y quién es hereje, porque se considera en posesión de los designios de la divina providencia.

Se podría argumentar que, si niegas el objeto, no hay concreción posible, ni especulación que hagamos recaer sobre él. Pero no es cuestión de negar el objeto. Es pensar como Miguel Servet y querer que no te quemen vivo los calvinistas. El objeto analizado se conoce a sí mismo. Nosotros, poco a poco. Es imprescindible un ambiente que propicie la visión alternativa y la opinión, aceptando que haya muchas desenfocadas e incluso alguna delirante, para que podamos progresar. No hay que cuestionar que se opine de todo, sino aprender a rechazar lo infundado, sin satanizarlo, y a protegernos de lo peligroso.

El hecho sí, pero pensar en un juez: el no ha visto el hecho. Solo puede acercarse examinando pruebas e indicios. Así es todo. Acercamientos, no verdades directamente constatadas. ¿Qué sucede si un día en el futuro una investigación da la razón a un negacionista delirante que ahora sospechaba con inteligencia pero concluía con torpeza o emborrachado de paranoia?

Uno de los “trucos” de nuestra mente consiste en resaltar las evidencias que confirme las creencias que ya tenemos. Es decir, la evidencia no hará cambiar de opinión a nadie que se aferre a sus posturas.

Por ejemplo, si lees una noticia negativa sobre un político al que no votas sueles pensar: "yo sabía que era un miserable".

Por contra, si el político en cuestión es alguien que te gusta tu pensamiento cambia a “solo se trata de un rumor infundado de sus enemigos”.

El llamado ‘sesgo de confirmación’, es una herramienta del cerebro para evitar la incomodidad de salir al mundo real a buscar la verdad.

Esto va también en otra dirección, cuando un político solo escucha al “coro de grillos que le cantan a su luna” se convierte en alguien ciego y sordo.

Algo peligroso ya que le puede llevar a realizar movimientos equivocados o a trazar estrategias erróneas basadas en premisas inciertas además de paralizarle ya que se tiene la falsa creencia de estar realizando un buen trabajo. 

Son espejismos. Recordad siempre que los “likes” en redes no son, ni mucho menos, nuevos votos. Es tu parroquia aplaudiendo tu sermón.

Como branding está bien. Un político debe tener contentos también a sus feligreses pero no debe ser un termómetro para calcular tu influencia sobre la sociedad. Para eso hay otras herramientas más efectivas.

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