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Francisco Esquivel

A raquetazo limpio

Open de Australia | Rafa Nadal - Denis Shapovalov

Veo el partido de Nadal y acabo agotado. Sigo las disquisiciones entre miembros del Gobierno sobre la partida entre Rusia y el conjunto aliado y tiene su aquel. Moncloa debería estar contenta de los darditos de la facción minoritaria a la predisposición de la Otán a mover sus peones porque así el pesoe puede saldar la cuenta que tiene pendiente con no pocos de sus votantes que se tragaron en su día la cosecha completa de quina Santa Catalina. Bebo los vientos con la tralla que anda metiéndole Casado a Santiago Abascal para que desvele si está con Ucrania o con su amiguito Putin, todo esto con el mapa de Castilla y León al fondo –tiene bemoles– donde no hay forma de descolgar a Vox y el candidato Mañueco ha admitido que necesitarlos sería una buena jodienda. En fin que tanto el despligue de Sánchez pegado al teléfono como la ofensiva del granjero último modelo y coleguilla de Ayuso para propiciarse algo de impulso el hombre no suman sino obstáculos en el camino. Eso sí, se muestran más enteros que la Familia Real. Bueno, quizá tanto no.

   Como recordarán, al emérito se le vio más lozano de lo previsto el día que departió con el tenista en Abu Dabi, cita a la que el que llegó recuperándose de haber tenido el escafoides hecho trizas fue Rafa. En el choque de Melbourne que abría paso a las semis lo que lo tuvo en la cuerda floja fueron dolores estomacales que, tras haber barrido en los dos primeros sets al oponente, le otorgaron chance a este para alcanzar el desempate. El mallorquín, que se las sabe todas, ahorró energía, se centró en sacar como Dios y dejó al rival, hijo de ruso, estrellando la raqueta tras gritar «¡Sois unos corruptos!» por considerar que se benefició al ganador en los tiempos entre saques. Aunque él lo sufra de higos a brevas, la verdad es que hay que armarse de paciencia mientras bota que te bota, coloca la toalla, estira el pernil y se toca la cabeza. Pero qué vamos a hacerle. Viendo cómo marean la perdiz quienes tan pocas alegrías consuman, entrenados, nos pilla. 

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