Opinión
Masaaki Suzuki con la Philharmonia Orchestra
El japonés dirigirá a Queyras en el concierto para chelo de Schumann y la sexta sinfonía de Dvorák
Robert Schuman
(Zwickau, Sajonia,1810- Endenich, cerca de Bonn,1856)
Concierto para violonchelo y orquesta en la menor (opus 129)
Esta obra concertante, para violonchelo y orquesta, fue compuesta por Robert Schumann en octubre de 1850, inmediatamente antes de su Sinfonía Renana (la tercera de sus sinfonías), en un momento en que vivía en un clima de felicidad creativa. Las tres partes del concierto se encadenan sin interrupción. El primer movimiento, un Allegro indicado como Nicht zu schnell (No tan rápido), está escrito en forma de sonata: sobre tres amplios acordes de las maderas, el violonchelo solista expone un primer tema con dos períodos contrastados, uno de serena elocuencia y el otro rítmicamente sincopado. Hay un encadenamiento con el Adagio -indicado por el autor como Langsam (Lento)- que tiene forma de un lied dominado por un amplio y meditativo cantabile del violonchelo. El movimiento final, un Vivace indicado como Sher lehhaft (Muy elocuente), contiene una cadenza del solista que agota las posibilidades técnicas del violonchelo, de ahí que siga siendo una importante obra del repertorio para este instrumento.
Antonin Dvorák
(Nelabozeyes, Bohemia, 1841-Praga, 1904)
Sinfonía número 6, en re mayor (opus 60)
De las nueve sinfonías -como Beethoven, Schubert, Bruckner y Mahler- que compuso Dvorák entre 1865 y 1893, la sexta fue la primera que publicó el compositor bohemio. Está fechada en 1880 y se estrenó en Praga el 25 de marzo de 1881 bajo la dirección de Adolf Cech. A Hans Richter, que dirigía entonces la Filarmónica de Viena, le fue dedicada por Dvorák. Richter la dirigiría posteriormente no en Viena sino en Londres. Es una sinfonía representativa del período eslavo de Dvorák como testimonia la inclusión de un furiant en lugar del scherzo. La sinfonía denota una notable influencia de Brahms, especialmente de su segunda sinfonía en el cuarto movimiento.
El primer movimiento esparce una atmósfera apacible desde la aparición del primer tema por las maderas y la cuerda, en un ambiente de serenidad y ausencia de conflictos dolorosos. En opinión del musicólogo André Lischké, la atracción de este Allegro non tanto radica, más allá de la maestría de su escritura orquestal, en «su inspiración sencilla y sincera». En el Adagio la forma se aproxima a la de un rondó mientras que el ambiente es el de un nocturno. El tercer movimiento, Furiant-Presto, que fue repetido dos veces el día del estreno de la sinfonía en Praga, es una enérgica danza checa, tan amada por Dovrák y presente en muchas de sus obras anteriores y posteriores. Se cierra la sinfonía con un tema animado, Allegro con spirito, cuya vitalidad rítmica crece rápidamente hasta llegar a una abierta alegría en la conclusión.
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