Dolores Vázquez ha vuelto a la actualidad debido al estreno del documental “Dolores. La Verdad Sobre El Caso Wanninkhof”, donde cuenta parte de su historia. Hoy todos sabemos que su condición de lesbiana la empujó a prisión, acusada de un asesinato que no cometió. 

Han pasado 20 años de este vergonzoso error y, en este tiempo han cambiado muchas cosas, entre ellas, la mayor aceptación de la homosexualidad. Sin embargo, a propósito de Dolores hago una reflexión: a las mujeres nos cuesta más adquirir derechos. 

Corría el año 1999 cuando Dolores fue víctima de lesbofobia. Si bien es cierto que la sociedad no había asumido conceptos como la diversidad sexual, la homosexualidad masculina ya contaba con gran apoyo y, en ámbitos como la moda y la televisión, el lobby gay masculino exhibía una incuestionable supremacía. 

Tengo memoria, y pese a que las voces achacan la injusticia que se cometió con Dolores Vázquez a la educación de la sociedad de la época, recuerdo cómo esa misma sociedad percibía a los hombres gays con cierta simpatía y admiración. Por el contrario, las mujeres lesbianas eran incomprendidas por el universo heterosexual y homosexual. Ser lesbiana se asociaba a unos estereotipos nada agradables de los que resultaba y sigue resultando complicado escapar. 

Aunque muchos lo cuestionan, para mi resulta evidente que la condición de hombre es más favorable que la de mujer, hasta para salir de un armario y esto sucede porque los tentáculos del machismo también son capaces de extenderse hasta el mundo homosexual.