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Redes sociales

Un agente dedicado al engaño en Twitter se confiesa: “He acosado a periodistas para que no informen”

El exempleado de una agencia internacional explica cómo se usan bots y trolls para explotar los fallos de la red social y manipular a la opinión pública

Un hombre trabaja con ordenadores.

Las redes sociales es donde proyectamos la imagen de todo aquello que pretendemos ser, aunque sea una mentira. La percepción de los demás se ha convertido en una obsesión no solo de los usuarios rasos, sino también de empresas, partidos políticos o clubes de fútbol. Esa preocupación por la apariencia alimenta el negocio de opacas agencias que viven de crear cuentas falsas para amplificar mensajes y hacer que los ciudadanos crean algo que no es verdad, una industria del engaño que ya mueve miles de millones de euros.

“Poder tomar el control es algo muy goloso”, explica a El Periódico el exempleado de una agencia internacional que ofrecía como servicio la creación de campañas artificiales de manipulación de la opinión pública, lo que se conoce como ‘astroturfing’. Durante años, coordinó una guerrilla digital a sueldo de 10 personas dedicadas a viralizar de forma fraudulenta mensajes en Twitter, a defender la reputación de sus clientes —de grandes multinacionales a celebridades televisivas— y a acosar a sus enemigos. “Puedo crear un ejército capaz de conseguir que el mundo te vea como a un ciudadano ejemplar”, añade. Ahora narra su experiencia en ‘Confesiones de un bot ruso’ (Editorial Debate).

“Imagina que eres el directivo de una empresa y que una investigación destapa tu implicación en un caso de corrupción. Estás vendido, pero de repente te llama un tipo que te propone una salida para resolver esa crisis de reputación sin bajarte los pantalones. Esa llamada la habría hecho mi exjefe y yo me habría encargado de planificar, diseñar y ejecutar esa estrategia”, asegura este exagente, que oculta su identidad porque un acuerdo de confidencialidad le impide poner cara y ojos a las campañas que orquestó.

Manipulación orquestada

Twitter se ha convertido en uno de los principales escenarios de esa batalla por el relato político, social y cultural. Y es que parte de los debates, discusiones e insultos que se vierten ahí no surgen de forma natural y orgánica, sino que son coordinados y ejecutados a través de bots —cuentas automatizadas, sean falsas o no— con la intención de amplificar ciertos mensajes y lograr así una mayor legitimidad. Es más probable que te detengas a leer o compartir un mensaje con 2.000 retuits que otro marginal.

A su vez, la propagación reiterada de mensajes sobre el mismo tema busca colarse en los temas más comentados (‘trending topics’), secuestrar el debate e intentar marcar la agenda mediática. “Conseguir popularizar un ‘hashtag’ es muy fácil, basta con analizar cuántos tweets generan el resto de tendencias y calcular cuántos debes lanzar para lograrlo”, señala.

Hacer que un mensaje sea viral puede ser sencillo y relativamente barato. Pero en el mundo de la manipulación psicológica el éxito va más allá de las cifras y para crear un “vínculo real” con la víctima todo tiene que estar planeado al detalle, mapear lo que sucede en las redes e identificar puntos flacos para influir en la conversación. “Si gestionamos una cuenta antivacunas necesitamos saber cómo hablan y qué preocupaciones tienen para saber qué contenido calará más hondo en su corazón”, advierte.

Acoso y derribo de rivales

La mejora de las medidas de seguridad de Twitter contra bots y la facilidad con la que los usuarios los detectan ha hecho que cada vez más agencias de ‘astroturfing’ opten por una estrategia más agresiva, los trolls: cuentas falsas desde las que se lanzan insultos y amenazas contra objetivos concretos. “Si quiero que un periodista deje de publicar contenidos que ataquen a mi cliente es imprescindible el acoso”, señala. “Si cada vez que hablas de un tema recibes 50 comentarios negativos al cabo de un mes dejarás de entrar en la red social o lo harás para publicar fotos del perrito que has adoptado”. La mejor manera de maquillar esas cuentas es humanizarlas, eso es inventarse detalles de su vida “como si fuese un juego de rol”.

Penetrar en la mente del objetivo es clave, aún más si se trata de que “un altavoz de calidad” como un periodista compre tu relato. Eso es también más caro, pero no significa que quienes trabajen para estas agencias tengan los bolsillos llenos. “No se gana mucho”, confiesa el exagente. “Hay muchos mileuristas, autónomos y gente con contratos ilegales”.

Como Facebook o Youtube, Twitter ha sido criticada porque sus algoritmos de recomendación suelen amplificar el contenido más viral, lo que da alas a mensajes incendiarios que, por atracción o por rechazo, generan una reacción de los usuarios. Sin embargo, señala que el problema es la “manga ancha” de la plataforma y que “no hay control”. “¿Cómo se le pueden pasar por alto las denuncias que periodistas hacen de redes de bots y cuentas troll?”, se pregunta.

Con la publicación del libro, el exagente busca informar de un negocio que crece en la sombra, algo que también hace desde en Twitter bajo el pseudónimo @thebotruso. “Somos muy poco conscientes de la gran cantidad de datos que dejamos en internet y lo valiosos que pueden ser en las manos inadecuadas”, advierte. “Estas agencias aún campan a sus anchas”.

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