'Caso cerrado' es evasión pura para estos tiempos duros que corren. Teatralizaciones de juicios sobre situaciones casi siempre grotescas, a las que se enfrenta la doctora cubana Ana María Polo, que siempre tiene la última palabra. Martillo en mano, que hace sonar al final del programa, cuando pronuncia con energía: "caso cerrado".

Quién se resiste. Lo emite el canal Ten en bucle, uno detrás de otro. Con una singularidad. Cuando la doctora Polo da paso a publicidad aquí no meten ni un anuncio. Lo hacen a traición. En pleno juicio. Para atraparnos. Pero en cuanto acaba una entrega comienza otra, en modo maratón. Con muy buenos resultados de audiencia. Ya quisieran muchos programas más caros ser tan vistos.

El público del plató y el de sus casas, que ya lo han visto todo, están ávidos de emociones, y quieren historias lo más retorcidas y surrealistas posibles. Lo más difícil es comprobar cómo a ninguno de los demandantes se les escapa la risa explicando qué es lo que les pasa. Cosa que sí les ocurre, es lógico, a los espectadores. Demandantes y demandados presentan sus 'evidencias' ante la doctora, que son todo tipo de pruebas documentales, para que ésta decida su veredicto final. Todo ello en un plató en donde no faltan guardias de seguridad, testigos y mucho movimiento.

De cuando en cuando, la doctora Polo hace una loa a la justicia, que no a las leyes, según ella, en ocasiones, tan injustas. Y en muchas de las vistas termina con un sentido "que Dios nos ampare". Por cierto, la canción de la cabecera del programa, a lo Rosana, no tiene precio.