Acaba de llamarme uno de los responsables de la organización de los Premios Max de Teatro, previstos para el 29 de junio en el Teatro Cervantes de Málaga. Dejándome llevar por el sentimiento que nos invade, me atreví a publicar hace unos días en esta columna que la gala, junto a otros tantos eventos, habría que esperar a otra fecha de celebración.

Mi interlocutor me explica que hasta el día de hoy el día la gala no ha sido cancelada. Que la decisión se tomará, en todo caso, en mayo, cuando se acerque en el calendario. Que ahora es muy pronto para tomar una determinación. Lo que revolotea en el ambiente es la esperanza. Lo último que se pierde. A lo mejor el corazón nos dice una cosa. También en el Festival de Cannes hablaron de aplazamiento de sólo unas cuantas semanas. Pero la razón, tan fría, nos hace pensar que va a ser muy difícil que los lugares públicos cerrados como los cines y los teatros puedan reanudar su actividad al inicio de este verano.

Creo que soy de los pocos que he seguido por televisión todas las galas de los Premios Max desde la primera hasta la última. Excepto la que se celebró en Vigo, que la televisión pública no emitió, siguiendo instrucciones del gobierno de aquel momento. En todas y cada una de las ediciones no ha faltado mi columna comentando el evento, aplaudiendo sus aciertos, criticando sus errores, y sobre todo afeando a TVE las veces que la ofreció en diferido o, peor todavía, mutilada con la excusa de que tuviese una duración determinada. Ojalá tengamos gala de los Max. Lo deseo más que nadie.