Los de Mediaset son marcianos. Perolo digo no en sentido figurado sino literal, marcianos de la Luna, marcianos llegados de un charco de purines, de una galaxia con el glamur que usan sus personajes, todo muy exagerado, hormonado, plastificado, muy hueco, muy fatuo, a veces, incluso, obsceno y sórdido aunque con muecas excesivas de estar pasándoselo en grande mientras vuelan los cuchillos.

Mediaset es lo más marciano del planeta tele. La noche del domingo, tanto Cuatro como Telecinco, sin cortarse un pelo, como tiene que ser este negocio, se echaron un pulso a ver cuál de las dos ponía el listón de lo marciano más alto.

No sé quién ganó porque hay que reconocer que estos empresarios se lo curran. El inefable Íker Jiménez cerró temporada en Cuatro, y van 14 de Cuarto milenio, con eso tan cachondo dela nave del misterio y otros chistes. Y lo hizo a lo grande. Pues no que va el tío, y 50 años después del histórico alunizaje, va, se remanga el pantalón, se carda más, pone sus caras más pedorras abriendo mucho los ojos y ahuecando la expresión, planta a dos tipos a su lado, oscurece las luces del plató, mete una musiquilla para tensionar, mira a cámara como si fuese a decir que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias comparten cama en el Gobierno al fin, y suelta que van a debatir sobre si fue verdad la llegada del hombre a la luna.

Casi esturreo lo que tenía en la boca. Cambio de canal para seguir riendo y no falló. Me topé a un puñado de seres acomodados en un sillón, todos absurdos y prescindibles, hablando con caras desencajadas bajo la batuta de Jorge Javier para analizar, la mil y una vez, los misterios del planeta Supervivientes. ¿Marcianos? Incluso de más allá.