Venga, es feo de cojones, aunque tiene su aquel. Su aquel es el de un tipo duro, de cara labrada por corrientes de agua arenosa, cauce de ríos profundos. Luis Zahera tiene un rostro que acojona y una voz como de navajas en guerra. Pero sobre toda esta mierda de palabras, Luis Zahera es un actor que te golpea el corazón si le da la real gana. Lo hemos visto en algunas historias, casi siempre de segundo, pero en cuanto aparece se come lo que pilla por delante. Y sin mover un músculo, o moviéndolos todos, porque esa es otra, este tío no parece que esté actuando, se hace con su personaje y te deja loco. Luis Zahera es Ferro en la serie que ideara Manuel Rivas, creara Aitor Gabilondo, protagoniza José Coronado, emite Telecinco -en Netflix se ve de un tirón- y se llama, con el narcotráfico gallego como motor, 'Vivir sin permiso'.

Lo de Luis Zahera, que es lo que me interesa en esta pieza, es milagroso. Vaya pájaro. Se come la pantalla. Es un grande. Le dieron el Goya como mejor actor de reparto el año pasado por El reino, de Rodrigo Sorogoyen. Lógico, justo. Como Ferro en Vivir sin permiso habría que ponerle un altar. Hasta el final, hasta el último plano, una de las escenas más desgarradoras de la trama y que por supuesto no desvelaré, el actor borda con la credibilidad que sólo tienen algunos creadores, un personaje al que vemos sufrir, emocionarse, caer, levantarse, siempre, siempre entregado a su «capitán», el turbio y bien construido Nemo Bandeira, jefe gallego de los negocios más nauseabundos. Lloré viéndolo llorar y entendí sus gritos, su desconsuelo, su terrible fidelidad, leal hasta el último aliento. Grande Luis Zahera entre los grandes.