Sabemos que el Cid Campeador, entre la leyenda y la realidad, ganaba batallas en el siglo XI después de haberla palmado asustando a los moros valencianos, que al verlo sobre su caballo huían despavoridos, al tiempo que a sus propias tropas les subía la moral porque también lo creían muerto. En fin, maravillosa historia de la historia.

El martes, La 1, infatigable hasta el último aliento, señaló que no hay nada que se le ponga en su camino para demostrar que el dueño del cortijo es el dueño al que hay que seguir rindiendo pleitesía y que el PP ya no estará en el Gobierno, pero RTVE es suya. Las señoras de Amigas y conocidas, a cuyo frente está Inés Ballester, hablaban de sus cosas mientras Mariano Rajoy, en mitad del ruedo popular de más peso en su partido, decía que ya está bien, que se acabó su vida política, que es lo mejor para él, el PP y España. Dicen que llegó a llorar un poco. Pero no me lo creo ni aunque lo viera. Este señor es un corcho que sólo se emociona leyendo el Marca.

Qué buen Mundial va a tener sin las tonterías de la gobernanza. A la misma hora, todas las cadenas, de La Sexta a Telecinco, cortaban sus emisiones para conectar con la sede del PP en la calle Génova. Menos la que tendría que dar ejemplo y guiar al resto. La 1 hablaba en ese momento de tormentas. La no emisión de momento tan importante, de tanta trascendencia para los ciudadanos, a los que la televisión pública dejó de nuevo huérfanos, negándoles la evidencia de la derrota de Rajoy el Braceador, es como intentar mantener vivo al fantasma después de muerto por si siguiera ganando batallas. A fantasma muerto, fantasma repuesto. Aznar ha resucitado. Y esto sí que da canguelo. O una risa que flipas.