Hemos visto, o en directo o entresacado en forma de vídeo ya emitido, casos delicados de reporteros y reporteras en apuros. Y siempre, pasado el primer susto, en tono relajado y de broma.

Ya saben, el reportero que habla del viento en directo para el magacín y un golpe seco de aire le vuela el micro, la reportera que se protege de la lluvia sujetando con una mano el paraguas y con la otra, todo muy precario, el micrófono, hasta que el tinglado se deshace y el paraguas se vuelve del revés o sale volando. Escenas como las descritas son familiares. Pero en los últimos días la cosa se ha puesto chunga.

Los de ‘Zapeando’ suelen tener sus fetiches, y una vez localizados, van a saco, no los dejan, no les quitan el ojo. Son una especie de diana porque sus reportajes son filigranas del orden periodístico, entre la cuidada preparación, la coreografía, y la performance.

En Canal Sur, en Andalucía directo, son expertos en manejar a los figurantes, vecinos que protestan por algo a la voz de ya, o señoras muy repintadas que actúan según les va diciendo la sagaz reportera, que a una orden con la cabeza dicen lo que venían a decir.

En Telemadrid nació una estrella para el programa de La Sexta, Luis Vegas, reportero con extraordinaria imaginación para darle vida a su trabajo. Pero de las bromitas a la mala leche del personal apenas hay un hilo fino de mala educación y falta de respeto.

Verán, a Cecilia Iglesias, de la televisión asturiana, le rociaron la cara con vino, que entró en los ojos y tuvo que acabar con un «lo siento, no veo, no puedo seguir». A otra de ‘Más vale tarde’, Elizabeth López, la besa un gilipollas en pleno directo y se da a la fuga. Y a otra de la tele murciana la tiran al agua. Pues ni chispa de gracia, oiga.